¿La respuesta al “¡no entiendo!” dentro del aula? Coadyuvar

María Isabel Noble

Inicio esta reflexión citando el mito de Sísifo “Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. (Camus, A. 2005)

Un pensamiento similar asalta a nuestros alumnos cuando tienen que realizar una tarea a la que no encuentran sentido o aplicación

Las cosas que se realizan de manera ciega y rutinaria, pierden sentido para el ser humano, aunque la información se recupere con rapidez y eficacia si no se alcanza la comprensión y la transferencia de la misma, el interés, motivación y atención decaen y,  si esto sucede, se pierde el sentido de la tarea…”

Debemos partir de la idea de que nuestros alumnos al aprender a pensar requieren cierta autonomía, la cual se dará a través del dominio que tenga de ciertos procesos mentales básicos y de una serie de conocimientos y habilidades que debe o debió de haber adquirido para poder estar en ese estado de plenitud al que se llega al “saber que sabe y puede” con la tarea.

Pero este dominio requiere de esfuerzo y de práctica deliberada lo cual sólo se logra si se parte de una finalidad, una causa importante y significativa para ellos que les lleve a poner toda su atención y concentración en encontrar un significado a lo que hacen, buscando siempre llegar a un procesamiento mental profundo que impacte en las representaciones mentales de manera firme y duradera”.

Es decir, alguien que solo opera el conocimiento no piensa, si muchas veces repito lo que tengo que aprender o hacer lo podré condensar y automatizar pero no será una tarea atractiva y el aprendizaje será poco duradero y poco transferible.

Lo que mueve el aprendizaje es el deseo de aprender, eso ya lo sabemos, lo hemos leído, intuído y experimentado, sin embargo, la escencia de la educación no ha cambiado mucho: el control, la programación y los motivadores extrínsecos siguen siendo los elementos rectores. La gestión del conocimiento se sigue basando en los supuestos que en ausencia de una gratificación o castigo (calificaciones, regalos, atención, etc.) nos quedaríamos felizmente inactivos, ¡gran mentira!

Así pues debemos generar en nuestros alumnos ese deseo, para ello necesitamos cuidar que las tareas lleven al alumno a pensar acorde a las capacidades actuales y reales de aprendizaje y desarrollo de los alumnos (no pedir nada que no sean capaces de realizar); enseñarlos a identificar el error y aprender de él, definir conflictos cognitivos retadores e interesantes, contextualizar las actividades que realizarán en un tiempo real o lo más inmediato posible con el fin de que encuentren una significación inmediata, informar adecuadamente acerca de lo que se espera de ellos y el objetivo de hacer dicha actividad, hacer énfasis en el beneficio común e individual de dicha tarea, retroalimentar constantemente durante la ejecución de ella y lo más importante ayudarles a que sean capaces de identificar y desarrollar sus propias estrategias que les permitan atender, comprender y transferir la información.

Si les damos a conocer los niveles de procesamiento cognitivo de cada estimulo y tarea que realiza,  se le está dando el regalo de conocer y entender cómo piensa y con ello la capacidad de pensar, de disernir y de trabajar para un lograr un criterio propio, cualidades importantísimas y necesarias en la toma de decisiones.

Considerando el porqué es importante para ellos la tarea que deben realizar (finalidad), el para qué les va a servir (trascendencia) y los aspectos cognitivos que involucra lograremos generaciones autónomas en su pensar y en sus aprendizajes, seguros de lo que hacen debido al dominio que han adquirido a través del razonar y la automatización de procedimientos, ágiles y hábiles y  lo más importante con una finalidad mayor a la de responder a las demandas del docente, de las instituciones, incluso de la propia familia y entonces solo entonces estaremos logrando generaciones propositivas, que respondan a las demandas que el entorno del exige, preocupadas y ocupadas por el otro y su entonro y generadoras de cambios sociales positivos y conscientes.

Referencias bibliográficas

Camus, A. (2005): El mito de Sísifo. Agenda Culturalrevista de la Universidad de Antioquía. No. 107. Febrero del 2005.

Morín, E. (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.

Méndez, H. (2014): Los fundamentos del pensamiento.. Maestría en Educación con énfasis en Desarrollo cognitivo.  Universidad Virtual. Tecnológico de Monterrey.

Pozo, I. (1999): Aprendices y Maestros. La nueva cultura del aprendizaje. Editorial Alianza. España.

Searle, J. (2001): El misterio de la conciencia. Barcelona. Paidós.

 

Smith, E. & Kosslyn, S. (2008).Procesos cognitivos: Modelos y bases neuronales. México, D.F.: Pearson.